¿Dónde está el límite de sostenibilidad para un transporte desde Asia?

Para muchos expertos en trasporte intercontinental, tal vez el movimiento de carga proveniente desde Asia no sea realmente sostenible, pero igualmente no cabe duda que es económicamente rentable. Por lo tanto, es válido cuestionarse dónde acaba y dónde empieza la verdadera preocupación por la sostenibilidad.

Al respecto, Virginia Gil, quien es Directora de la Plataforma Logística Aquitaine Euskadi (PLAE), manifestó que «no es sostenible un sistema económico basado en la máxima producción, consumo y explotación ilimitada de los recursos. Tenemos un planeta, con recursos limitados, y debemos concienciarnos en compatibilizar su explotación racional con una mejora de las condiciones de vida».

Asimismo, agregó que «las características del desarrollo sostenible son varias, pero me quedaría con tres afirmaciones. Un desarrollo sostenible busca la manera en que la actividad económica mantenga o mejore el sistema ambiental, use los recursos eficientemente y promueva la autosuficiencia regional».

Este último punto puede dar mucho que hablar, teniendo en cuenta que normalmente la circulación de las mercancías es ininterrumpida, y que a veces incluso se cruzan de forma absurda en las carreteras, en los océanos. Se come carne de Argentina, pescado de Chile, kiwis de Australia y langostinos de Groenlandia. Usamos ropa fabricada en China, Turquía o Marruecos. Por lo tanto, hay un amplio abanico donde escoger.

La cara oscura de esta cuestión son las caravanas de camiones, o los numerosos portacontenedores que transitan por mares y océanos. Y en ese sentido, todos somos partícipes de esto, ya que en gran medida se transporta la mercancía que posteriormente consumimos. Esto sin contar que con la política de flujos tendidos, muchas veces el verdadero almacén de una empresa no es otro que el camión o el propio barco.

¿En qué medida es esto razonable? Se pregunta Virginia Gil. Cierto que garantiza unos precios bajos o muy bajos que benefician al consumidor, pero el precio indirecto a pagar es alto, muy alto. Desde las congestiones de carreteras, hasta la contaminación de los mares, accidentes de tráfico, etcétera. ¿Es necesario por ejemplo que un producto recorra 15 o 20.000 kilómetros para que podamos consumir algo que se ha podido fabricar a nivel local?.

Un cambio de mentalidad es difícil pero necesario. Será lento, pero debería concienciarse, debería detener por un momento su ajetreado modo de vida y pararse a pensar. Porque todos y cada uno de nosotros somos cómplices en este asunto. No acusemos entonces de contaminar al camión, al barco, al transporte en general. Porque creo que la problemática es mucho más compleja y que nos debería hacer reflexionar a todos, finalizó diciendo Gil.

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